miércoles, 14 de febrero de 2018

El mundo interior del novelista

El siguiente artículo fue publicado en Lasdoscastillas.net, y puede leerlo haciendo click aquí
   


             ¿Un escritor? Según Elizabeth Bowen es un “alumno desatento en el aula de la vida”. Al revés de quien no tiene inclinaciones literarias, un escritor carece de perspectivas claramente fijadas de antemano y rara vez observa algo deliberadamente. Lo que hace es mirar lo que no se propuso ver.
            Cuando comienza a escribir una novela, tras el plan que ha trazado meticulosamente, y mientras escribe un capítulo tras otro, o salteado, depende del estilo de cada cual, van surgiendo en ellos variados momentos de su propia vida. Una tarde en un parque, hace diez años; una canción de la infancia; un barrio de Roma; un atardecer en el Café de la Paix, en París. Y todo ello coincide extraordinariamente con lo que está escribiendo en ese momento. Son detalles que llegan a la mente en el instante preciso. Inesperadamente. Y de esta manera, crece gracias a ellos  la obra, cuyo esquema general está planeado pero sin estos pequeños detalles.
            Mis libros de cuentos, mis novelas, se ambientan en Minas (casi  una ciudad imaginaria), pero también en otras ciudades, no imaginadas, a las que  conozco mucho y me gusta escribir sobre ellas. Y voy a dos ejemplos concretos. En “Muerte en el Café Gijón” (Ediciones de la Plaza de Montevideo y Funambulista de Madrid), el protagonista principal es un joven escritor uruguayo (de Minas, justamente) cuyos momentos esenciales ocurren en Madrid, donde se ha radicado, tras una temporada en París. Y en mi reciente novela “El secreto de Amparo” (Ediciones de la Plaza, Montevideo), la historia principal (la de Amparo) ocurre en Minas y tiene una relación directa con un pintor bilbaíno radicado en esa pequeña y provinciana ciudad, medio imaginaria como dije. Quien cuenta la historia y la escribe treinta años después,  es un escritor uruguayo, joven también, que está viviendo en París. Escribe cuanto sabe y cuanto imagina de Amparo y de su secreto, mientras deambula  tras una inasible musa parisina y escribiendo en los famosos cafés de esa ciudad, que lo seducen.
            Los personajes de cada libro (algunos reaparecen en otros) conforman un sello personalísimo de cada escritor.  Y en cuanto al tema, digamos que no se busca, sino que nace en el rincón más íntimo del creador. Ernesto Sábato (Premio Cervantes) decía que en un escritor escribe siempre el mismo libro, variando la anécdota. Y creo que tiene razón. Piensen en Sábato,  Borges, García Márquez, Vargas Llosa, Patrick Mediano…
                    Sí, creo que así suele ser el mundo interior de un novelista.