lunes, 23 de octubre de 2017



El eco de los sueños


Ruben Loza Aguerrebere y Raúl Guerra Garrido

  
      La fama del escritor Raúl Guerra Garrido es una de las más sólidas de las letras modernas. Su amplia y tan rica obra literaria, ha merecido numerosos premios, como el Nadal, el Premio de  las  Letras de Castilla y León, el Premio de la Crítica, el Fernando Quiñones, el León Felipe y, en fin, el Premio Nacional de Literatura.
Entre sus laureados libros cabe recordar “Lectura insólita de El Capital”, “La carta”, “El otoño siempre hiere” y “El que sueña novela”. Y La Gran Vía es New York”, “Tantos inocentes” y “La estrategia del outsider”.
Ahora ha dado a conocer “Tertulia de rebotica” (Alianza Editorial), una obra vasta y variadísima. Más de cuatrocientos artículos publicados en la revista “El Farmacéutico”,  donde se dan la mano el hombre de ciencia y el de letras.
            Un escritor es original o no es un escritor. Raúl  Guerra Garrido lo es, de un modo simple y profundo. Moja la pluma en el mundo que habita y habla sobre lo que somos. Nada le es ajeno, y  nos habla de un variadísimo universo. Por ejemplo, de su entusiasmo por las novelas, las de Saul Bellow, Camilo José Cela y Miguel Delibes, pero también las de Primo Levy, Juan Rulfo, García Márquez, Saramago,  Gunter Grass y Vargas Llosa, sin olvidarse de no pocos poetas de ayer y de hoy.  También recuerda las calles más variadas del mundo ancho y ajeno que bien conoce  (“me reafirmo en que, a pesar de sus perturbaciones, la del Sur es la América que amo”), así como, por ejemplo, escribe sobre  la importancia del cine  (“sin el cine nuestra vida habría sido mucho más pobre y nuestro primer amor muy diferente”),  y más. Del fútbol, por ejemplo. Y de Bob Dylan y Woody Allen y las piernas de Julia Roberts. Y mucho más. Como su primera nieta no bien llegó al mundo. Y sigue y no se detiene. Tanto es así, que hasta yo mismo me encontré mencionado en la página 80.
            Y bien, en este delicioso libro donde “las apariencias desengañan”,  coinciden imagen e imaginación, y entonces, señala: “navegamos no porque existan olas o la mar nos parezca infinita sino porque queremos llegar al horizonte, límite más que discutible”.
            Con su seductora prosa repleta de ideas atrapa al lector gracias a estas páginas que lo ratifican, lisa y llanamente, como un auténtico escritor de raza.