domingo, 25 de septiembre de 2016

Historias de amor y amistad,
en Minas y en París




El 20 de setiembre se publicó en El Espectador.com un artículo sobre mi novela "El secreto de Amparo", ilustrado con una fotografía mía en Paris.

Les invito a leer el artículo haciendo click aquí.

lunes, 19 de septiembre de 2016

El secreto de Amparo 

Escrituras y vivencias literarias de Toni Montesinos

 ALMA EN LAS PALABRAS

         
NUEVA NOVELA DE RUBEN LOZA AGUERREBERE



      Hace un par de años, reseñaba en La Razón el libro de Ruben Loza Aguerrebere Conversación con las catedrales (editorial Funambulista, 2014), en que recogía sus charlas con Borges y su viejo amigo Mario Vargas Llosa. Ahora anuncia nueva novela, El secreto de Amparo (Ediciones de la Plaza, Montevideo), de la que hablamos brevemente:

–¿Cómo definirías las historias de tu nueva novela?
–El narrador es un escritor que viviendo en un París emocional escribe en las terrazas de los famosos cafés parisinos las historias de la joven Amparo, de su esposo Bebe Bauman y el pintor bilbaino Manu Zabala, un artista plástico que se ha radicado en Minas y cuanto ocurre allá. Esta historia sucedió treinta años atrás, conoce sólo el final de ella e imagina como todo escritor lo demás. Mientras reconstruye esas vidas relacionadas todas ellas con Amparo, también cuenta sus andanzas en París donde va tras los pasos de una inasible musa.
           
–¿Por qué elegiste Minas y París para situar la novela?
–La pequeña ciudad de Minas rodeada de colinas azules que le recordaron al pintor Zabala su mundo natal de Bilbao, donde vive Amparo y su esposo y amigos y el pintor vasco, es mitad verdadera porque está en mi memoria de adolescente, y mitad imaginada porque en ella situé La librería. Y escribo sobre París porque es una ciudad que amo y a la que visito asiduamente. Me dio mucho placer escribir sobre ella. 

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             La información y el diálogo que hoy comparto con los visitantes de mi  blog, fue publicada en Alma en las palabras, blog del escritor y crítico literario español Toni Montesinos, el pasado 6 de septiembre.

             Quiero dejar constancia de mi agradecimiento especial a Sara Skog Olsson y Santiago Viúdez Lomba, los autores de la fotografía que ilumina la carátula de “El secreto de Amparo”, por su magnífico aporte a mi libro.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Poeta de regreso



            Sus dos últimos libros ( “La esperanza y su sombra” y  “Los reflejos en la noche”) se publicaron hace nueve años. Después, sobrevino un largo silencio.           
            Hoy, el escritor Guillermo Lopetegui ha retornado con un poemario. Se titula “Mascarada” (Ediciones Aldebaran) y sobre él hemos dialogado.
            Guillermo Lopetegui sostiene:
         --“Más que un regreso a la literatura se trata de un regreso a la dinámica de las ediciones. Nunca dejé de escribir y desde 2007 a la fecha algunos de mis cuentos pasaron a integrar antologías”.
            Y agrega que se ha tomado su tiempo para escribirlos, corregirlos, reescribirlos.
            --¿Cuál es tu experiencia en el género de la poesía?
          --Lo cierto es que no estaba en mis planes editar un libro de poemas. No estaba en mis planes escribir todos los poemas que escribí, fundamentalmente entre mediados de 2013 y principios de 2014. En mi adolescencia, como todo adolescente, pasé por la inevitable etapa de la poesía y escribí varios, a mano, que luego alguien pasó a máquina y hoy duermen el sueño de los justos dentro de una bolsa. Más adelante mi actividad dentro de la literatura se desarrolló y desarrolla fundamentalmente en el terreno de la narrativa”.
             --¿Cómo nació este poemario?
        --La alegría vino en 2004: estaba en la playa Solari de La Paloma leyendo Salvo el crepúsculo –el poemario póstumo—de Julio Cortázar y seguramente en parte por influencia de lo que estaba leyendo, y por circunstancias sentimentales que estaba atravesando ese verano de hace ahora doce años, me sentí impulsado a tentar la forma poética. Pedí un bolígrafo a otro veraneante y en la última página, en blanco, del libro de Cortázar, empecé a escribir los primeros versos de un poema –“Corumbaria”—que hoy integra la primera de las tres partes en que está estructurado Mascarada”.
           Los demás poemas fueron escritos con el paso del tiempo, dos años después, luego en el 2013,  hasta que ante el abanico poético que tenía delante, decidió publicar este libro, el que ha estructurado en tres partes.
            Y pensando en mañana y pasado mañana, dice:
            --En mis planes a corto plazo está –entre otros—el editar un nuevo libro de cuentos y seguir trabajando en la reescritura de la que hasta ahora es la única novela, inédita, que tengo en mi haber.
         Este poemario, que marca su esperado retorno, fue presentado el viernes 15, en un acto donde Guillermo Lopetegui fue saludado con  unánime alegría por el paso dado.

            Bienvenido.

viernes, 9 de septiembre de 2016

El día irreal



El domingo se cumple un nuevo año de la tragedia del 11 de septiembre de 2001, la que, al decir del escritor inglés Martin Amis, cambió el siglo XXI. Desde ese día el mundo que habitamos es otro. Y, a propósito de ello, hay varios libros que evocan ese día que nadie olvida. Don deLillo, uno de los mayores escritores americanos de hoy, ha escrito dos obras muy importantes: “El hombre del salto” (Planeta) y “En las ruinas del futuro” (Circe). En éste, hace una intensa reflexión sobre ese día de terror diabólico y analiza los diversos aspectos de aquella devastación física y emocional que supuso esa brutal agresión a la libertad.
           Pocos días después de que los aviones pilotados por terroristas se embutieran en las torres gemelas del World Trade Center, reduciéndolas a escombros y provocando miles de muertos, Don DeLillo visitó el lugar del desastre. Y escribió sobre ello, procurando sintetizar las emociones del momento, realizando descripciones precisas de los hechos de dolor y de las víctimas de aquella jornada de terror, a la que definió, diciendo: “Cuando decimos que algo es irreal, queremos decir que es demasiado real”.
           Don DeLillo describe momentos del horror de ese día. Lo cito: “Los teléfonos móviles, los zapatos, los pañuelos aplastados contra los rostros de hombres y mujeres que corren. Los cúters de sobremesa y las tarjetas de crédito. Los papeles que salieron despedidos de las torres y atravesaron el río volando hasta los patios de Brooklyn: informes financieros, currículos, formulas de seguro... Hojas de papel incrustadas en el hormigón, según algunos testigos. Papeles que rebanan los neumáticos de los camiones y permanecen allí encastrados”.
            Sabemos que los innumerables lugares de auxilio estaban vacíos. Los médicos y enfermeros esperaban desconcertados a los pacientes, que no llegaban. No llegaban porque casi todos habían muerto. Y sabemos que hubo gente que buscó a otra persona, hombre o mujer, conocida o no, para tomarse de la mano y saltar juntos al vacío. Otros lo hicieron terriblemente solos. Los vimos en la televisión. Están las fotos de muchos de ellos.
           Los terroristas del 11 de septiembre sólo entendieron la naturaleza de la tecnología como algo destructivo, y entonces la utilizaron para matar. Asistimos ese día a la guerra entre el pasado y el futuro. Un estado desprovisto de fronteras, teocrático global, que es tan obsoleto que depende del fervor suicida, y el mundo libre y democrático, desde entonces están enfrentados.
Tras aquella tragedia, la gente necesitaba algo más para a reencontrarse a sí misma. Y no puedo dejar de citar, una vez más, a Don de Lillo, esta vez tomando un pasaje de “El hombre del salto”, donde cuenta: “Escribieron sobre los aviones. Escribieron sobre donde estaban cuando ocurrió. Escribieron sobre conocidos suyos que estaban en las torres, o en sus cercanías, y escribieron sobre Dios”.
Los que vimos frente al televisor aquella masacre no podremos desprendernos de esa pesadilla. No debemos. Por ello, escribo con dolor, como todos los años, un recordatorio de las víctimas del día irreal.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Vargas Llosa habla de Rodó, Sartre y Malraux



Son tres ilustres escritores comprometidos con su tiempo y, por ello, clásicos de la literatura. Me refiero a José Enrique Rodó, Jean Paul Sartre y André Malraux.  
Sobre cada uno de ellos, he pedido una opinión a Mario Vargas Llosa.

J. E. Rodó

José Enrique Rodó (Montevideo 1871,   Palermo, Italia, 1917), escritor, periodista y político uruguayo, fue autor de libros inolvidables y definidores del modernismo. Fue el creador del “arielismo, corriente ideológica basada en un aprecio de la tradición grecolatina.
En Uruguay el principal galardón al periodismo lleva su nombre: el “Premio Nacional de Periodismo José Enrique Rodó”. Recordemos que en el año 2010 le fue entregado en Uruguay a Mario Vargas Llosa. Dos años más tarde, tuve el honor de que el Premio Rodó me fuera concedido a mí.
Sobre la personalidad de Rodó, me dijo Mario Vargas Llosa estas palabras:
--Yo tengo mucha admiración por Rodó. Yo creo que fue un gran prosista, en primer lugar, y luego un pensador generoso, que tuvo una visión idealista de América. Seguramente, su visión está muy condicionada, en parte, por mitos de la época Pero su idealismo, su fe en los grandes valores, su creencia en la cultura como un instrumento civilizador, modernizador, que crea una comunidad espiritual más importante que aquellas que marcan las fronteras, y su visión profundamente americanista, ello, me parece que sigue siendo muy válido, ¿no? Por otra parte, hay que destacar los aspectos puramente literarios, de la prosa y de la cultura de Rodó…

Sartre

Sobre el filósofo y escritor francés, dice Vargas Llosa:
--El caso de Sartre a mí me parece --a diferencia de lo que ocurre con muchos franceses que han celebrado estos veinte años como un retorno, como una reivindicación de Sartre-- el de un pensador de una época que muy difícilmente volverá a tener vigencia. Creo que Sarte, con toda su inteligencia y la influencia que llegó a tener, está como fechado. Se equivocó mucho más de lo que acertó en el campo político. Yo creo que esa frase del escritor catalán Joseph Pla sobre el escritor Marcuse, es una frase que se podría aplicar, quizá con más justicia que a Marcuse, a Sartre: “contribuyó más que nadie a la confusión contemporánea”. Creo que políticamente Sartre fue un hombre que se equivocó sistemáticamente, que contribuyó muchísimo a desvalorizar la democracia, a justificar el socialismo, el colectivismo, aún con los peores crímenes, en nombre de una historia que la realidad contemporánea ha desmentido y ha desechado. De manera que esa obra, para mí, hoy en día, no tiene vigencia, sino que probablemente la va a tener menos en el futuro.

Malraux

 --Hemos llegado a Malraux, y de paso le recuerdo a Vargas Llosa que él estuvo el Panteón en París cuando allí se depositó el cuerpo del gran escritor y Ministro francés. Estas son sus palabras.
--Sí, fue un honor para mí… Y es que yo le tengo una gran admiración a Malraux. Yo creo que es uno de los grandes escritores del siglo veinte. Por desgracia hoy no tan leído ni tan admirado como debía ser, yo creo que por razones políticas, porque la última etapa de Malraux fue mucho más la de un político que la de un escritor. Y eso ha hecho que se pierda un poco la perspectiva sobre la importancia de su obra. Sin embargo, mira, sus novelas, y también algunos de sus ensayos, a mí me parecen de una inmensa riqueza intelectual. Y sobre todo “La condición humana”, llena de un vigor y una fuerza contagiosa… Yo la volví a leer no hace mucho, para escribir justamente un ensayo sobre ella, y a pesar de haberla leído ya varias veces, a mí me conmovió, me impresionó, me llevó desde la primera línea hasta la última como hechizado, como las grandes novelas. Así que sigo convencido de que “La condición humana” es una de las grandes novelas que se han escrito el siglo veinte.